San Jhony es Guadalajara








Mi lección no va por ahí. Tampoco lo es, el amarrarse el cinturón de seguridad que es el aprendizaje más importante en la adolescencia (el segundo es que el acné crea personalidad).

Yo creo que lo más importante que aprendí en mis veinte y que comparto es lo siguiente: siempre hay un whisky de más; siempre hay un cigarro de sobra











viernes, 9 de septiembre de 2011

Bob Dylan dijo de On the Road: “Leí el libro, creo, en 1959. Cambió mi vida como también cambió la de todos los demás”. Y en parte, es verdad: si no hubiera sido por los juicios a los que hubieron de enfrentarse algunas de las obras de la Generación Beat difícilmente podríamos concebir la libertad de expresión que caracterizó los años sesenta o esos años hippies. Obras como, por ejemplo, las novelas Howl (Ginsgberg) o The Naked Lunch (Burroughs), el libro de poemas erótico-sacros The Love Book (Lenore Kandel), la obra de teatro The Beard (Michael McClure) o la revista The Floating Bear (Leroi Jones, Diane di Prima) fueron acusados de pornografía o de obscenidad y hubieron de ir a juicio por ello.
El movimiento Beat perduró más de veinte años y, a diferencia de lo que se cree normalmente, no se limita únicamente a los tres escritores más conocidos (Ginsgberg, Kerouac, Burroughs). Aunque es innegable que estos autores sirvieron como catalizadores al resto de la generación, limitarse a ellos implica una visión simplista de lo que constituyó, en verdad, el movimiento Beat. Hay versiones algo más amplias que aceptan la inclusión de seis o siete autores como, por ejemplo, Lawrence Ferlinguetti, Gary Snyder o Gregory Corso. Sin embargo, esta visión de le Generación Beat sigue siendo reduccionista e ignora a decenas de escritores y artistas que también pertenecieron a ella y que por lo general han recibido poca atención.
Desde 1982 -el año en que se celebraban los veinticinco años de la publicación de On the Road- numerosos críticos estadounidenses (J. Skerl, R. C. Johnson, N. M. Grace) han señalado que el canon empleado hasta el momento continúa mitificando a los protagonistas a la vez que relega a un segundo o tercer plano a otros colectivos como, por ejemplo, a los artistas afroamericanos o a las del género femenino. Las palabras de Gregory Corso son, en este sentido, muy representativas. Preguntado en una conferencia la razón por la cual no había mujeres en la Generación Beat, contestó: “Había mujeres, estaban allí, yo las conocí, sus familias las encerrarron en manicomios, se les proporcionaba tratamiento con descargas eléctricas. En los años 50 si eras hombre podías ser un rebelde, pero si eras mujer tu familia te encerraba. Hubo casos, las conocí. Algún día alguien escribirá sobre ellas.”

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